23 diciembre 2004

Un grito en la oscuridad


Hay veces en que la realidad se mezcla o entremezcla con los sueños. Así de claro lo vivencié el Lunes por la noche.
Mientras intentaba sanarme del insomnio, matando imágenes en mi cabeza, y dando vueltas de un lado para el otro, lo único que conseguí fue despertar a mi musa. Una vez despiertos, con las luces apagadas y guardando el silencio propio de la reflexión pre sueñum, de pronto en la calma y quietud de la noche irrumpe un alarido al interiro de nuestro templo, un aullido de espantoso y desconocido origen. ¿De qué se trata esto?¿Víctimas de los silencios nocturnos? Se nos eriza la piel y de un brico recorremos la casa, buscando el origen de nuestros miedos. El profundo silencio ahoga nuestra inquietud, y decidimos elaborar todo tipo de hipótesis que satisfagan nuestras ansias de conocer sobre lo acahecido. Finalmente optamos por volver a nuestro asilo, sin embargo la paz, es algo lejano a esas alturas y nuestras conciencias resieten lo ocurrido. De pronto Alejandra logra liberarse y entregarse a los brazos de la inconciencia, mientras yo, revolcado en ideas mantengo mi inquietud. Pasan algunos minutos y siento como el cuerpo de Alejandra comienza retorcerse en una contracción simultánea de músculos, detengo mis ideas y la observo dormida, pero sin la calma propia de los ensueños. Su cara se va crispando al igual que sus delgadas manos, frunce el ceño con los ojos cerrados, y poco a poco de su boca emergen sonidos de espanto, es entonces que ha llegado el momento de intervenir y rescatarla de las fauces de la desesperación. La intento envolver con mi brazos para entregarle la seguridad una vez que despierte, sin embargo, al realizar este movimiento, Alejandra se despierta intempestivamente lanzando un alarido de horror que inunda las paredes de todo el edificio "-¡¡¡¡¡¡¡¡ LA PISTOLA!!!!!!-", clama deseperada.

Sus ideas fundidas entre los sueños y la realidad, la hacen nublarse y la confunden, tarto de convencerla de la realidad a mi lado, pero sus instintos se desbordan en una mezcla de llanto asustadizo y risa descontrolada. Finalmente nuestras risas se confunden y se transforman en carcajadas, carcajadas y risas descontroladas, pensando en el sueño del resto de los moradores del edificio. Por último, jamás logré conciliar el sueño.

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