De alguna forma cuando uno tiene un vicio y lo deja sin querer lo termina reemplazando por otro.
Me caí al frasco con los vinos y cada vez que paso al supermercado, me baja la obsesión de tenerlos y cuando los tengo me cuesta beberlos, me cuesta dejar que se metan en mi cuerpo inunden mis arterias, se me suban a la cabeza, me den muchas vueltas y después como una gran bajeza eliminarlos por la orina o el sudor, peor aún por la inconsciente respiración.
Me enojo por eso.
Cuando los tengo, los miro y remiro, a escondidas de mi esposa, sin sospechar nada la engaño con otra, con la codicia de querer tener más vinos, para admirara sus etiquetas bien diseñadas, para imaginarne su sabor en mi lengua, me vuelvo paranoico con ellos.
Cuando voy a una tienda, a escondidas hurgueteo en mini cavas, que bien me servirían para conservar mis botellas.
Es una obsesión.
Perdón mi amada por esta maligna confesión, de un amante del vino que no logra emborracharse con él.
Me caí al frasco con los vinos y cada vez que paso al supermercado, me baja la obsesión de tenerlos y cuando los tengo me cuesta beberlos, me cuesta dejar que se metan en mi cuerpo inunden mis arterias, se me suban a la cabeza, me den muchas vueltas y después como una gran bajeza eliminarlos por la orina o el sudor, peor aún por la inconsciente respiración.
Me enojo por eso.
Cuando los tengo, los miro y remiro, a escondidas de mi esposa, sin sospechar nada la engaño con otra, con la codicia de querer tener más vinos, para admirara sus etiquetas bien diseñadas, para imaginarne su sabor en mi lengua, me vuelvo paranoico con ellos.
Cuando voy a una tienda, a escondidas hurgueteo en mini cavas, que bien me servirían para conservar mis botellas.
Es una obsesión.
Perdón mi amada por esta maligna confesión, de un amante del vino que no logra emborracharse con él.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario